Docencia, indocencia, deliberación y aprendizaje significativo (I)


Una de las clases de Fisiología en segundo de Medicina, concretamente la destinada a Hematología fue así (o la recuerdo así): el profesor llegó, se presentó, señaló sobre qué iba a versar la clase y comenzó leyendo los valores del hemograma. Enteros. Como una letanía. Eso sí, para aficionarnos a vivir en incertidumbre, leía los posibles intervalos: “Hemoglobina entre 14 y18 g/dl”. Y no recuerdo bien, pero quizás para aficionarnos a pensar desde la perspectiva de género decía “Hemoglobina en hombres….Hemoglobina en mujeres…”.
Lo terrible no era su método didáctico. Lo terrible era que la clase entera copiaba displicente los valores en sus folios. Todos (y todas) anotábamos aquella materia examinable, en aquella aula empinada con el profesor abajo y con el alumnado desparramado en las alturas como si fuéramos gotelé. Gotelé con una pasable densidad intelectual, pero gotelé decorativo en aquel aula que fugaba al profesor.
Dos años más tarde tuve la oportunidad de disfrutar un verano en Bolivia. Hubo cuatro libros imprescindible de aquel verano. La Vieja Sirena de José Luis Sampedro y aquel banco de los delfines. Fidel y la religión: las conversaciones de Fray Betto con Fidel Castro sobre el marxismo y la teología de la liberación; libro, donde creo recordar, en un momento determinado se citaba la metáfora de Brasil como Belindia: un enorme país donde hay zonas con indicadores como Bélgica pegados a zonas con indicadores socioeconómicos como India (aquello y todo lo que estaba mirando alrededor aquel verano y lo que había mirado los años anteriores en las calles de Gijón, Javi y Montse, Soki… fue un primer chispazo para empezar a pensar en las desigualdades). Los otros dos libros eran de David Warner y supusieron en mi cabeza de listado de hemograma una visión diferente sobre la salud pero fundamentalmente sobre las metodologías de aprendizaje. Los libros eran Donde no hay doctor y Aprendiendo a promover la salud. Aquellos libros fueron apareciendo también, premonitorios, en algunos de los lugares remotos que recorrimos, hace cientos de años, era otro siglo ya, en las montañas y llanuras de de Tarija y Tariquía debajo de los brazos de heroícos promotores de la salud (heroícos esos sí de verdad Javi) que bajaban de las montañas, durmiendo en las cunetas, sólo con una manta y una radio para la formación en promoción de la salud y volver a su pueblo a compartir aprendizajes.
Premonitoriamente también, cuando conocí a Valentín siendo él residente de Medicina de Familia en Gijón, uno de los temas en los que coincidiamos además de la barba, nuestros cuerpos atléticos, nuestro amor desfigurado por la comunitaria y la miopía, era en esto: nuestra pasión por «Donde no hay doctor» y «Aprendiendo a promover la salud».

Una de las imágenes de aquel libro de Warner decía así:

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y en otra de las imágenes dice así:

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y concluye con esto:

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Al volver a la facultad en septiembre los alumnos seguíamos haciendo gotelé. Nos preparábamos para un gotelé más fantástico aún que se llamaba y llama MIR. Antes de una de mis últimas actuaciones como espectador en aquellas aulas me preguntaba algunas cosas: ¿cuántas horas de clase hemos escuchado?¿cuántas notas hemos tomado?¿qué relación existe entre las palabras emitidas por el profesorado y las emitidas por el alumno?¿cuántos debates o procesos de reflexión hemos tenido?¿cuántas cosas que realmente nos entusiasmaban hemos dejado de hacer durante esos años?¿hemos aprendido a pensar?¿se nos ha olvidado pensar? Por supuesto podría inventarme preguntas más interesantes, pero mentiría como un cosaco. No era ni soy un alumno brillante y las preguntas eran tan vagas y difusas como mi expediente y el futuro que me esperaba: con aquella incertidumbre de finalizar mi período formativo de figura decorativa en la facultad. ¿Tantas horas y años guardando silencio y sin desarrollar pensamiento crítico tendrá que ver con la ausencia de procesos deliberativos dentro de nuestro sistema político/sanitario/social actual?
Claro, un gestor de lo público, del sector que sea, después de haber estado en este modelo mucho tiempo lo que tendrá ganas es de hablar, cocinar, montar y desmontar él por su cuenta sin preguntar, razonar, reflexionar, deliberar ¿no? («hasta aquí he llegado, este es mi momento, y ahora el que habla soy yo») ¿Cuánto tendrá que ver nuestro proceso educativo con lo que está pasando ahora en nuestro país, en la forma en que se toman o no se toman decisiones?¿la absoluta tranquilidad de que se piense que las opciones se toman solamente de forma olímpica cada cuatro años o en organismos anaeróbicos y tristes estará relacionada con esta educación centrada en la narración de listados interminables y en estos muchachos y muchachas copiando displicentes?¿será, cielos, algo genético y geográfico? (que sea al menos epigenético y modificable dioses!) ¿la exquisita indocencia de los profesores y expertos de púlpito (o de blog), de esos que preguntan para permitir una mínima contestación pero luego volver a escucharse o volver a replicar y volver a tratar de imponer su opinión estará basada en el aprendizaje como gotelé decorativo?
Dice Adela Cortina:

«En efecto, el punto de partida en una sociedad libre es el desacuerdo de preferencias o de convicciones, y no hay sino tres caminos para llegar a una decisión común: la imposición, que no es un procedimiento democrático; la agregación de preferencias o de intereses, que se suman en público y se sigue lo que decida la mayoría; o la deliberación, que pretende transformar públicamente las diferencias para llegar a una voluntad común. Como bien dice el politólogo David Crocker, el «agregacionista» está convencido de que los ciudadanos forman sus preferencias e intereses en privado, y después en público no pueden hacer sino sumarlos y optar por la voluntad de la mayoría; mientras que el «deliberacionista» cree posible formar una voluntad común a través de la deliberación, no sobre todas las cuestiones, pero sí sobre algunos asuntos de justicia ineludibles.

Fíjense «el punto de partida en una sociedad libre es el desacuerdo de preferencias o de convicciones…» Y sigue diciendo:

«El deliberacionista entiende entonces la deliberación como una piedra filosofal capaz de transformar afirmaciones como «yo prefiero esto» o «me interesa aquello» en «queremos un mundo en que tal cosa sea posible». Es el paso del «yo» al «nosotros» a través de la formación democrática de la voluntad. Por eso, a la hora de tomar decisiones vitales que afectan a todos, quien defiende la democracia deliberativa valora sobre todo el momento de las propuestas, el intercambio de argumentos y justificaciones para avalarlas, el acuerdo entre las partes acerca de qué compromisos adquiere cada una para llevar a cabo lo que le corresponde y actuar conjuntamente; mientras que el defensor de la política agregativa incide sobre todo en la decisión final, que normalmente se toma por votación».

¿Cuánto tendrá que ver el gotelé con esa ausencia de procesos deliberativos?

Bueno, finalizado el MIR (examen) empezó la aventura de verdad y aparecieron Ernesto y Alfonso y los compañeros/as de Cabueñes para demostrar, míticos, que otro tipo de educación es posible. Y los compañeros y compañeras residentes para poner en práctica lo de la educación entre iguales. Y Merche para explicar en la práctica la importancia de hacer preguntas abiertas, de recoger los saberes previos del grupo, de aprender a escuchar…Y Juan Luis Ruiz-Gimenez para explicar la práctica del aprendizaje significativo. Y Valentín aquella tarde en la Corrada descubriendo que los dos llevábamos a Warner debajo del brazo. Y muchos y muchas más. Pero de eso seguiremos hablando otro día si hay tiempo…
Porque sí, queremos «un mundo en que esto sea posible». Y lo queremos ya: aquí y ahora.

10 comentarios sobre “Docencia, indocencia, deliberación y aprendizaje significativo (I)

  1. Pero cuando se trata de informar sobre datos ¿Qué puede hacerse sino mostrar esos datos? ¿Como entiendes entonces que se debería haber hecho aquella clase sobre el hemograma? ¿Preguntando a los alumnos qué piensan ellos del análisis o cual es a juicio de ellos el contenido de un análisis?
    Estoy preguntando en serio, no criticando, porque en mis clases tengo un montón de datos que dar y de nuevas cosas sobre las que pensar y materias en las que sabes que el alumno nunca ha tenido una idea propia. ¿Como puedo «sacar» ideas del alumno si no sabe de qué hay que saber?
    Lo que dices está muy bien en la escuela primara y en la secundaria pero ¿En la formación de un trabajador? ¿Preguntas sobre a su juicio como se usa un soldador o enseñar a usarlo? ¿Preguntas a su juicio como debería ser una columna o les informas sobre cuales son los parámetros sobre los que puedes actuar y como calcular la sección para que resista el peso que se le viene encima?
    ¿Como meto un aprendizaje significativo en el que no meto ideas sino saco cuando tienes que formar a trabajadores que tienen que adquirir unas competencias profesionales?

    Creo que una cosa es la educación y otra muy diferente la formación. Al formar a un operario (sea de una cualificación 1 o de una cualificación de nivel 5, me da igual, es un operario) adiestras en competencias. Al educar formas a un ciudadano.
    No se como hacer lo que dices en una clase donde tengo que formar trabajadores. No se como no enseñar datos y procedimientos de los que carecen antes de entrar en clase.

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    1. Gracias por el comentario Paco. Es muy interesante tu reflexión y seguro que sí tienes claro la forma de enseñar!!
      Probablemente el ejemplo del hemograma es un ejemplo muy extremo, aunque esas prácticas no eran tan extrañas en aquel entonces. El sencillo hecho del hemograma era que teníamos que apuntar todo lo que decía porque incluso no sabíamos que a lo mejor esa información podía estar accesible en otro sitio!!
      Probablemente la enumeración de datos no tiene sentido en el aula, lo cual, ojo, no quiere decir que sea preciso conocerlos perfectamente. Años más tarde otro profesor explicó el hemograma combinando de forma mucho más educativa los conocimientos (el valor numérico y su procedencia), la interpretación del dato en un contexto clínico y de otras pruebas y sobre todo al lado del paciente y de su contexto (no sólo clínico sino vital).
      En Medicina (o en Salud Pública) probablemente es más sencillo encontrar un punto intermedio para integrar conocimientos, actitudes y habilidades. Mi profesor de estadística era un hombre fantástico combinando la transmisión de conocimientos y sus habilidades para hacernos reflexionar y pensar… En los ejemplos que pones seguro que hay posibilidades de combinar aspectos de aprendizaje significativo!! Habrá que explorar y buscar metodologías! 😉

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  2. He tenido la oportunidad de compartir con Rafa la enseñanza en el master de Salud Pública de la Universitat de Valencia y tuve la ocasión de ver cómo se enseña a distancia y sin estar siquiera en el aula. Los alumnos nunca vieron presencialmente a Rafa, pero no se les olvida y todavía hay alguno que sigue diciendo que fue la parte más interesante del master.
    Preguntar no es ofender sino hacer pensar al alumno. Y de eso se trata. La información está en muchos sitios, la formación (y el formador) no.
    Enhorabuena por la entrada Rafa.

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  3. Todavia recuerdo la charla que David Warner, también conocido como David Werner, dio en la misma facultad (la tengo grabada en un cassete) y el primer comentario que hizo fue que el aula le parecía revolucionaria, porque los alumnos estaban arriba y los profesores abajo. Claro que su charla sí era de las que hacían pensar.

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  4. Siempre pensé que este tipo de educación que no incita a pensar es parte de los mecanismos de un sistema capitalista, donde se crean personas- herramientas de producción no personas críticas. Como decía Paulo Freyre «Alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra».
    La educación es la primera piedra del sistema, la educación nos hace libres o esclavos, nos hace pensar o acatar las normas sin rechistar… la educación puede ser la mejor arma de control. Y esta claro que este sistema utiliza la educación para eso. El paso por la universidad se ha convertido en un sinfin de datos sin alma y de páginas que memorizar… Menos mal que la educación está en todas partes y siempre se encuentran espacios de reflexión y debates abiertos en los que seguir creciendo.
    Hablando de los deliberacionistas, recuerdo un Taller de Asamblearismo donde donde para definir consenso se puso el simil de «El consenso no es elegir el traje que más me gusta sino elegir un traje que todo el mundo se pueda poner… » A mí esa frase me marcó porque realmente es todo un ejercicio para el que no estamos entrenados, pero una vez que lo descubres y aprendes a pensar en el «nosotrxs» ya te es imposible tomar las decisiones por mayoría…
    Genial es post-. Un saludo.

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  5. Cuando lei el libro, lo cmpre por internet y me lo autodedique: «El libro que a mi me hubiera gustado escribir».
    Idem con los otros de Hesperian, ahora en nueva y ultima edicion lo que indica su viveza y pertenencia.
    Hace tiempo, en epoca mas intensa dedicada a la formacion en la que contacte con «otro tipo de libros»: Formdor de formadores de Birkenbill o Promoting Health de Ewles o el estupendo, The physician as a teacher de Schwenk….maneras diferentes de hacer las cosas que siempre se han hecho asi.
    Y la Guia Pedagogica para el personal de la salud de Guilbert.
    Ahora no estoy en educacion, deje la universidad pero…la nostalgia siempre vuelve

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  6. Y desde aqui contaros que siguen los promotores y promotoras de salud bajando de veredas cuatro horas a pie, levantandose a las cuatro de la mañana y volviendo a sus casas de noche, con en riesgo que eso supone en estas montañas. Y que participan y que preguntan y que proponen y que lo que saben lo vuelven a subir cuatro horas a pie para compartirlo y que a veces se juegan demasiado en ello y que no entienden de otra forma de enseñar que la de compartir, bien en circulo.
    Desde las selvas de Colombia con los libros del Werner debajo el brazo, porque si, queremos un mundo en que esto sea posible y lo queremos ya aquí y ahora.
    Gracias amigo, ya sabes por qué.

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