Asturias y los pozos de 70 metros


Se presentó el pasado viernes el informe para la consulta pública del Plan de Salud del Principado de Asturias 2019-2030. Se trata de un documento elaborado a lo largo del año 2018 desde la Dirección General de Salud Pública y el Observatorio de Salud en Asturias. Aunque tengo conflicto de interés en mis percepciones, creo que se trata de un buen proyecto que se ha realizado con mucha honestidad por un pequeño grupo de personas, con un esfuerzo personal importante por parte de las mismas y en un tiempo más que correcto. Técnicamente, las personas que hemos trabajado directamente más directamente en él, somos conscientes de las oportunidades que tiene un documento de estas características, pero también lo somos de sus limitaciones. Trata de ser muchas cosas, pero sobre todo una hoja de ruta para los gobiernos que tenga Asturias en los próximos once años.

La documentación que se ha presentado hasta el momento consta de dos partes: una primera donde se recoge el análisis de situación de salud en Asturias y que ha sido realizado a partir de la información que se trabaja en varios departamentos de la Consejería de Sanidad y el Servicio de Salud. La coordinación de esta parte la han realizado Marcial Argüelles, Oscar Suárez  y Mario Margolles, pero no sería posible sin el trabajo otras personas que están trabajando en los registros de mortalidad, encuestas, sistemas de información, etc..bien directamente o bien suministrando información desde la práctica (las historias y eventos de personas con nombres y apellidos) para entender lo que está pasando en Asturias y como podemos mejorar.

A lo largo de todo el año se ha desarrollado un proceso de participación y consulta importante a la ciudadanía y a los profesionales. A través de una serie de encuestas de opinión, entrevistas a personas de referencia, revisión de borradores del documento, grupos con profesionales sanitarios, grupos con estructuras directivas del sistema de salud y consulta a cargos intermedios, reuniones de trabajo con profesionales de salud pública y de otras consejerías, consultas a referentes de salud pública nacionales o con dos jornadas de participación se ha tratado de recoger opiniones y propuestas para el documento del Plan. En total casi 1300 personas consultadas durante estos últimos diez meses.

Con toda esta información, la cuantitativa, la cualitativa, la de los informes numéricos, la de las opiniones y las propuestas, se ha construido el documento del Plan que ahora mismo está en consulta pública hasta el 22 de febrero del 2019 para poder recibir aportaciones, alegaciones y mejora. En esta parte y apoyando todo el proceso de participación ha trabajado de forma muy intensa Marta Villamil durante todo el año. Hemos tenido también la oportunidad de contar con Pablo Pérez durante un mes para ayudar al desarrollo del tercer área del Plan que es la dedicada al espacio sociosanitario.

En el documento de análisis de situación se recogen muchas de las necesidades y retos que tiene nuestra comunidad autónoma. También se ha hecho un esfuerzo para recoger las riquezas, nuestros activos: se valora de forma muy importante la estructura territorial que tenemos de recursos públicos, se valora positivamente la capacitación de las y los profesiones de nuestros servicios públicos (sanitarios y no sanitarios), se destaca el trabajo desde muchos ayuntamientos y la orientación que se está realizando desde los mismos hacia procesos de promoción de la salud (no de estilos de vida y de hábitos, de promoción) y de reforzar espacios de participación comunitaria, se valoran los más de 1.200 activos incluidos en el mapa de Asturias Actúa…

Hay algo que no aparece en los informes y que es muy difícil cuantificar o narrar en documentos oficiales, pero que posiblemente es lo fundamental de todo lo que se ha trabajado y de lo que queda por trabajar en los siguientes años. Se trata de algo muy importante cuando hablamos de la identificación de activos y las riquezas: los intangibles, las identidades que tiene una comunidad, sus valores, aquello que son elementos nucleares para conformar su presente y su futuro.

Estos días parte de la identidad asturiana se entiende muy bien al comprobar el trabajo que han realizado un equipo de personas de la Brigada de Salvamento Minero al bajar por un pozo de setenta metros a cumplir su trabajo y arrancar metros de una tierra dura para recuperar a un crío que se había perdido. De forma honesta, anónima, sin darse protagonismos ni relevancia, conscientes que hay cosas que tienen que hacerse porque es la única forma de poner fáciles las cosas a los demás y de mejorar un poco el lugar donde vivimos, sin heroicidades aunque se haya desplegado un circo mediático que al menos, indirectamente, sirve para poner en valor sus enormes trabajos, sobrios, humildes («No tengáis duda de que hemos trabajado lo mejor que hemos podido«).

Creo que a lo largo del proceso de trabajo de este año (y realmente de todos estos años trabajando y viviendo desde siempre en Asturias) hemos tenido la oportunidad de observar que ese comportamiento, esa identidad, ese activo, es general en muchas personas de nuestra comunidad autónoma, mucho más de lo que a veces percibimos, atrofiados por caer a veces en la onda expansiva del déficit. Nos hemos encontrado a muchas mujeres y hombres que todos los días se levantan para bajar sus pozos de 70 metros y pelear por hacer lo que deben de hacer de la mejor forma posible, y que lo hacen con un espíritu similar, o el mismo, que el de los ocho de Hunosa: y ahí están:
limpiando calladas las calles o los edificios, trabajando en condiciones muy complicadas y con poco tiempo para ver y cuidar a sus críos, abriendo las consultas, en las emergencias y urgencias de estos días de temporal terribles y en otros temporales de otros tipos no menos terribles, en las cajas de los supermercados o en las tiendas del barrio, en el trabajo productivo y en el trabajo de cuidados, ahí cuidando de miles de formas diferentes hemos encontrado a muchas, en los trabajos o buscando trabajos esperando colas o pillándose el alsa para marchar, entrando en los quirófanos, en las aulas formales de los institutos o en las informales de las calles, pasando planta, contando buenas historias desde los medios de comunicación, con honestidad desde la gestión y la política, cuidando a los que nadie quiere o a los que casi nadie quiere cuidar, calculando estadísticas, enseñando, cuidando los montes y las playas, trabajando en la tierra o en el mar o viviendo en condiciones muy jodidas en el fondo de agujeros terribles, o dejándose las uñas para que algunos agujeros dejen de serlo y sin miedo a señalar lo que hay que señalar, picando, escribiendo, dibujando, diseñando, recuperando las identidades cuando las identidades de algunas zonas de nuestra tierra comienzan a desaparecer,  jugando, arreglando, vendiendo, cocinando, meciendo, silbando, domesticando la madera o el metal o el cemento, creciendo, agonizando, respirando con dificultad o con miedo a veces, llenándose y esperando etcéteras y etcéteras…en lo cotidiano, en fin, de las zonas rurales, de las cuencas o de las ciudades, bajándose todos los días pozos más o menos estrechos de más o menos 70 metros para tratar de hacer las cosas bien, con honestidad, anónimas como aquellos, con el gesto serio y concentrado, sin voluntad de decir las palabras para la posteridad o las antologías sino porque deben de ser dichas sin más y porque deben de hacerse sin más para eso: porque es la única forma de poner fáciles las cosas a los demás y de mejorar un poco el lugar donde vivimos.

No digo nada nuevo. Pero creo que pensar todo esto es quizás un elemento fundamental para entender cómo podemos seguir trabajando juntas para mejorar el bien común en los próximos diez años en Asturias.

 

 

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