Salvador Casado nos ha remitido un texto para su publicación en Salud Comunitaria. Hace referencia a un tema clave para el bienestar de las personas y de las sociedades: la importancia de generar redes sociales fuertes.
La reflexión se enmarca en un contexto que la evidencia científica ya apuntó en un metanálisis publicado en el 2010 en el PLoS Medicine sobre la relación entre redes sociales fuertes y el riesgo de mortalidad.
Un tema que ya apunto Rafa Bravo perfectamente al hablarnos sobre la fabulosa historia del pueblo de Roseto y que ya relacionamos en varias entradas al entender la secuencia de la importancia del capital social, el estrés, las sociedades equitativas, la epigenética y la mayor o menor salud poblacional.
Para finalizar esta entrada un enorme video desde el Centro de Salud de San Pablo: «La vida entre Capazos«. Capazo es, en aragonés, una pequeña conversación amistosa e inesperada. Pillar un capazo es entretenerse hablando con alguien. El video ejemplifica perfectamente lo señalado en el texto de Salva, en el artículo de Holt-Lundstad et al, en la vida y en la epigenética de los habitantes de Roseto o de algunos de nuestros barrios…Gracias Salva por el texto.
LA IMPORTANCIA DE LAS INTERACCIONES SOCIALES DÉBILES por Salvador Casado
Hemos oído que los seres humanos somos seres sociales y es verdad , paradójicamente nuestras sociedades actuales fomentan el aislamiento social y la soledad que algunos consideran casi una epidemia. Cada vez más personas viven solas, cada vez más personas se sienten aisladas. La organización de las ciudades modernas, los ritmos de vida acelerados, la hiperestimulación permanente, la atomización de familias y grupos y una larga lista de factores hacen que el tejido relacional humano se esté diluyendo a ojos vista.
Las redes relacionales de una sociedad han incluido siempre unas relaciones sociales fuertes y otras débiles. Dentro de las primeras consideramos las familiares próximas, las de amistad intensa y las de camaradería profesional entre otras. En las segundas incluimos las vecinales, comunitarias, laborales y los encuentros fortuitos. Mientras más tupida es la red relacional de una persona mayor es la sensación de pertenencia social, seguridad, estabilidad personal y bienestar. Las personas con redes mínimas o inexistentes tienen por contra altas cotas de aislamiento, soledad y pobreza social. Se puede tener una situación económica desahogada pero ser un pobre social aunque lo más común es que las capas de pobreza se vayan superponiendo en aquellos perfiles que quedan varados en las orillas de las sociedades del bienestar.
En comunidades pequeñas es común el aprovechamiento intenso de las interacciones sociales débiles. Los encuentros con la tendera, el comerciante, los vecinos por la calle, son aprovechados para intercambiar saludos, mensajes y conversación. En la ciudad moderna esto ha cambiado, estamos rodeados de cientos de personas pero no interactuamos con ellas. De hecho casi ni las miramos, enfrascados como estamos en nuestra lectura, auriculares o pantallas. Ni tocar ni ver ni oír, pasamos por las calles como almas que lleva el diablo, a gran velocidad. En la esfera laboral es común que cada cual se dedique a lo suyo en pro de una mayor eficiencia y cuando salimos a comprar no dedicamos mucha atención a la cajera de la tienda o del supermercado que nos cobra todo lo rápido que puede mientras metemos los productos en la bolsa.
Tenemos la fantasía de estar rodeados por mucha gente y de disponer de montones de amigos virtuales. Disponemos de aplicaciones y redes sociales virtuales en las que nos relacionamos con incontables perfiles, muchos de ellos perfectos desconocidos. Estamos extrapolando las interacciones débiles a escenarios virtuales dado que cada vez tenemos menos en el mundo real. Nos vibra el bolsillo, sacamos el móvil y leemos el último Whatsapp, al rato nos llega un correo electrónico, luego un sms de propaganda. Interactuamos cientos de veces al día con móviles y pantallas vertiendo en ellos una atención de la que privamos al resto del mundo. Pero ¿esto nos hace más felices?
Es innegable que estamos más entretenidos. Nos pasamos el día batallando contra estímulos, avisos, llamadas y mensajes de lo más diverso. También producimos una gran cantidad de ruido que trata de llamar la atención de los demás. Es una situación algo kafkiana donde todo el mundo grita y apenas escucha. Esta situación tal vez sea válida para jóvenes, ciudadanos productivos o personas con los pies bien puestos en el suelo pero cuando la vida da malas cartas, tenemos un problema grave, somos ancianos o estamos enfermos no lo será tanto.
Convertir un encuentro social en interacción débil requiere una pizca de atención. Tomar conciencia del otro y compartir con él reconocimiento. Este puede consistir en una mirada, un leve gesto de cabeza, un saludo, una palabra amable, una pequeña conversación, una pregunta de interés hacia el otro… La cantidad y la calidad de estos encuentros son muy variables, mientras mayores sean más riqueza social tendrá el sujeto y viceversa. Una persona mayor que solo sale de casa cada dos días, hace un par de recados y regresa lo tiene más complicado que la trabajadora con hijos que no para un minuto. Hay fases vitales en la que tenemos exceso de interacción social y fases en las que hay carencias prolongadas. Pero incluso si preguntamos a los padres y madres jóvenes urbanos seguramente nos respondan que echan de menos interacciones de calidad o simplemente apoyo.
La soledad no deseada produce enfermedad. Cuando el nivel de interacción social es inferior a nuestra necesidad genera sufrimiento. En ocasiones ese malestar nos anima a socializar y llenar ese vacío, en otras buscamos distracciones, atajos o trucos que nos permitan beber más fácilmente un trago tan amargo. También aumenta la sensación de dolor que la enfermedad crónica produce en el ánimo y el cuerpo. Y si sumamos factores como la vejez, la exclusión social o la pobreza la resultante no es nada agradable.
Algunos han pensado cómo aportar medidas que potencien las interacciones sociales. La salud comunitaria es una aliada de la epidemiología y la medicina de familia, estas disciplinas conocen a ciencia cierta el gran peso que tiene el ámbito relacional humano en la salud y en la realización de la persona. No se trata de producir más aplicaciones, tecnologías, móviles y aparatos sino de potenciar las oportunidades de socializar y profundizar y mejorar las relaciones de todo tipo que vamos tejiendo en los distintos ámbitos que frecuentamos. Identificar y potenciar activos en salud para que puedan animar nuestras comunidades es una tarea abierta a toda la ciudadanía. Construir relaciones de pareja, de amistad íntima o de gran camaradería profesional también pero como sabemos no es sencillo. Por el contrario mejorar las interacciones sociales débiles requiere tan solo pequeñas dosis de atención, educación y buena voluntad.
Llegará el día en que los profesionales sanitarios recomienden propuestas de salud comunitaria y los ciudadanos tomen conciencia de la importancia del cuidado de sus interacciones sociales. De momento seguimos sumando fuerzas y animando la reflexión de un tema que creemos la merece.
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Reblogueó esto en C.S. Potes en Lucha.
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