Dabigratán, fibrilación auricular y cómo manejar la taxonomía de la incertidumbre en salud


A finales de octubre recibiamos un mail de Galo Sánchez de la Oficina de Evaluación de Medicamentos del Sistema Extremeño de Salud en el que nos remitía un ejemplar de la evaluación que habían realizado -siguiendo metodología GRADE- de la utilización del Dabigratán en Fibrilación Auricular. El trabajo estaba realizado con inestimable mimo y cuidado (al trabajo en sí, a la metodología y a nuestro SNS).  El envío de Galo y estos hechos coincidieron con que aquellos días estaba casualmente trabajando en Madison, en un despacho en el Winsconsin Alumni Research Foundation (WARF) Building.  Y,  casualidades,  adivinen de donde le viene a la Warfarina su nombre.

En el documento, y con el objeto de hacer las recomendaciones lo más precisas posibles, utilizan tres estratos: a) riesgos graves sin especificar amenaza de la vida ni incapacidad ni muerte; b) riesgos graves específicos de amenaza de la vida; y c) riesgos graves con incapacidad y/ muerte. Además se añade el emparejamiento en un estrato de riesgos moderados (que afectan a la calidad de vida de una forma relevante).

Como Galo et al añaden,

«la evaluación es muy relevante para la clínica, pero también para la gestión sanitaria, toda vez que recomendamos continuar con el “sintrom” a todos los pacientes que tengan un buen control del INR (…)  Siendo la prevalencia de fibrilación auricular el 1% en Extremadura, el gasto del SES  del “sintrom” asciende a 470.000 euros por año. Datos directos desde USA nos dicen que el SES gasta en la monitorización del “sintrom” entre 2,2 y 3,2 millones de euros. Si irracionalmente se pasara a todos los pacientes con fibrilación auricular al nuevo dabigatrán (Pradaxa™), el gasto del SES ascendería a 21 millones de euros (aproximadamente el 6% del presupuesto de farmacia en atención primaria). La gestión tiene mucho recorrido para optimizar los recursos» (*)

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