Atlas de islas remotas


«La gran mayoría de los niños apasionados por los atlas nunca ha viajado al extranjero durante su infancia, o al menos ese fue mi caso» dice Judith Schalansky en el prefacio de su fantástico libro Atlas de islas remotas 

Nací en una casa que no tenía libros, donde un hombre y una mujer no leían libros. Paradójicamente todo el esfuerzo de sus vidas fue para ir llenando esa casa de libros y que en nuestras casas y cabezas no faltaran nunca libros. Ellos casi no leían  – ella comenzó un poco más tarde, él apenas – pero su mayor obsesión era que no dejáramos de leer. Yo me los imaginaba después, hacia atrás en el tiempo, como la energía de los esclavos donde la ganancia se daba en llevar libros a casa y en carbón para la cocina en invierno. Cada cierto tiempo venía un amigo de la familia a vender enciclopedias. El cuarto de la entrada se fue llenando de hileras de libros que recibíamos entusiasmados aunque apenas entendíamos nada de todo aquello [Somos herederos de nuestros barrios y circunstancias. Deberíamos ser más honestos y sencillos reconociendo hasta donde podemos llegar cuando somos hijos de esclavos]. Su mayor obsesión era que no nos faltaran nunca libros. No sabían que al hacerlo así también estaban desmontando en las cabezas de sus hijos a sus dioses y a sus creencias. Cada libro colocado en una estantería era una respuesta para ponernos diametralmente enfrente (no en contra) de sus dioses y creencias.  Y quizás también un paso más para aprender a decir  mirad la tristeza de los dioses en los aeropuertos, mirad la tristeza de los dioses en los aeropuertos o para abrir ciertos verbos.

«Probablemente me atraían tanto los atlas porque con sus líneas, colores y nombres reemplazaban los lugares reales que no podía visitar»

El primer atlas que tuvimos de críos estaba partido. Era difícil entender el conjunto de un continente y cómo se continuaban los países dentro de él. No encajaban bien los países en cada hoja y pensaba si lo que parecía tan semejante y proporcional en el papel, lo era así en el mundo real. En la adolescencia tenía la obsesión de hallar un mapa de Nicaragua para la pared del cuarto. Sabia que era demasiado cobarde para realmente ir nunca a Solentiname mientras que Y. ya se había apuntado con los sandinistas. Tuve un mapa enorme de Asturias que me regalaron para ir desgastando despacito la piel de este país que apenas conozco aún.
Como las historias que ella me contaba de crío hay países y lugares que prefiero que me cuenten a viajar.

«Los mapas pueden o bien despertar ansias por viajar y conocer países nuevos, o bien apaciguar este deseo, especialmente cuando la satisfactoria experiencia estética de recorrer un mapa con ojos y dedos logra reemplazar el viaje real»

He aprendido a viajar sólo con mapas, a veces incluso sin ellos y sin salir de casa. En este sentido – y por otros muchos- Atlas de Islas Remotas de Judith Schalansky es el descubrimiento de una contemporánea y tiene una belleza exquisita. Una forma de entender nuestra fascinación por los mapas y lo cercana que anda la geografía y la cartografía de la poesía. Desde la ñoarante propuesta inicial («cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré«) hasta las historias bellísimas- Galeanianas- sobre Atlasov perdida en el solitario Mar de Ojotsk, o sobre Rapa Iti y el idioma que en sueños aprendió Marc Liblin o sobre Soledad en el bellísimo – y desconocido- Mar de Kara. Tan hermosas las palabras como las imágenes y los contornos y sus superficies en el mapa y el vértigo de la distancia y el misterio de lugares tan lejanos en mares tan profundos como aquel al que se llegaba desde Snæfell

 

 

Notas mentales de un Procrastinador: No tiene desperdicio investigar la conexión entre Capitan Swing libros, Captain Swing, el cartismo y Chimen Abrahamsky y el maravilloso Karl Marx and the British Labour Movement (de Collins y Abrahamsky) que nos ha llegado a casa hace unos días (y que nunca leeremos y solamente acariciaremos con el dorso de la mano) y del Captain Swing que escuchamos por primera vez de la mano de Michelle Shocked en el siglo pasado. Teoría de las casualidades.
Gracias a Natalia por seguir descubriéndonos libros emocionantes.

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